Codex Calixtinus: Cap. IX.

Codex Calixtinus: Cap. IX. La primera guía del Camino de Santiago. El Codex Calixtinus, fue escrito hacia 1135 y se le atribuye la autoría a Aymeric Picaud, clérigo de Le Puy (Francia). Se puede ver una copia del Codex Calixtinus, en la exposición permanente que hay en el Castillo Templario de Ponferrada.

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Capitulo IV del Codex Calixtinus:

Los tres buenos edificios del mundo.

El señor instituyó en este mundo tres columnas muy necesarias para el sostenimiento de sus pobres, a saber, el Hospital de Jerusalén, el de Mon-Joux y el de Santa Cristina, que está en el Somport.

Estos tres hospitales, están colocados en sitios necesarios; son lugares santos, casas de Dios, reparación de los santos peregrinos, descanso de los necesitados, consuelo de los enfermos, salvación de los muertos, auxilio de los vivos.

Así, pues, quien quiera que haya edificado estos lugares sacrosantos poseerá sin duda alguna el reino de Dios.

Capítulo IX del Codex Calixtinus:

De los altares de la catedral

Los altares de esta iglesia se encuentran en este orden.En primer termino, junto a la puerta Francesa que se halla al lado izquierdo, está el altar de san Nicolás; después el de la santa Cruz; luego ya en el ábside el altar de Santa Fe, virgen, después el de san Juan, apóstol y evangelista, hermano de Santiago; luego el de san Salvador, en la capilla mayor del ábside; en seguida está el altar de san Pedro, apóstol; sigue el de san Juan Bautista.

Entre el altar de Santiago y el de San Salvador está el de santa María Magdalena, donde se cantan las misas tempranas para los peregrinos, el principal de los cuales es el de san Miguel arcángel, y hay otro en la parte derecha, el de san Benito, y otro en la izquierda, el de los santos Pablo, apóstol, y Nicolás, obispo, donde también está la capilla del arzobispo.

Del cuerpo y del altar de Santiago

Pero puesto que hasta aquí hemos tratado de las características de la iglesia, trataremos ahora del venerable altar del Apóstol. En la referida y venerable catedral yace honoríficamente según se dice el venerado cuerpo de Santiago, guardado en un arca de mármol, en un excelente sepulcro abovedado, trabajado admirablemente y de conveniente amplitud, bajo el altar mayor, que se levanta en su honor. Y también se considera que este cuerpo es inamovible, según testimonio de san Teodomiro, obispo de la misma ciudad, quien en otro tiempo lo descubrió y en modo alguno pudo moverlo.

Ruborícense los envidiosos trasmontanos, que dicen poseer algo de él o reliquias suyas. pues hallé entero el cuerpo del Apóstol, divinamente iluminado con paradisíacos carbunclos, constantemente honrado con fragantes y divinos aromas y adornado con refulgentes cirios celestiales y diligentemente festejado con presentes angélicos. Y sobre su sepulcro hay un pequeño altar, que, según se dice, hicieron sus mismos discípulos y que, por amor del Apóstol y de sus discípulos, nadie ha querido demoler después. Y sobre él hay un altar grande y admirable, que tiene cinco palmos de alto, doce de largo y siete de ancho. Así lo medí yo con mis propias manos. así pues, el altar menor está encerrado bajo el mismo altar grande por tres lados, a saber, por la derecha, por la izquierda, y por atrás, pero abierto por delante de forma que puede verse claramente el altar viejo quitando el frontal de plata.

Y si alguien quiere mandar, por devoción a Santiago, un mantel o un lienzo para cubrir el altar apostólico, debe enviarlo de nueve palmos de ancho y veintiuno de largo. en cambio si alguien enviare por amor a Dios y del Apóstol un palio para cubrir el altar por delante, procure que su anchura sea de siete palmos y su longitud de trece.

Del frontal de plata

El frontal, pues, que hay delante del altar está bellamente trabajado con oro y plata. Tiene esculpido en su centro del trono del Señor, en el que están los 24 ancianos en el mismo orden en que San Juan, hermano de Santiago, los vio en su Apocalipsis, a saber, doce a la derecha y otros tantos a la izquierda, y teniendo en sus manos cítaras y pomos de oro llenos de perfumes. Y en el centro está sentado el Señor, como en silla de majestad, sosteniendo en la mano izquierda el libro de la vida y dando la bendición con la derecha.

Alrededor del trono, como sosteniéndolo, están cuatro evangelistas. Los doce apóstoles están ordenados a derecha e izquierda, tres en la primera fila a la derecha y tres encima. Igualmente hay tres en la primera línea de abajo a la izquierda, y tres en la de arriba.

Allí también hay alrededor muy bonitas flores y entre los apóstoles hermosísimas columnas. el frontal, primoroso y espléndido por sus labores, está grabado arriba con estos versos Diego segundo, prelado que fue de Santiago, esta tabla Hizo cuando un quinquenio su episcopado cumplió Y del tesoro del santo apóstol setenta con cinco marcos de plata para coste de la obra contó. También abajo se encuentra esta inscripción:

Rey era entonces Alfonso y su yerno el conde Raimundo Cuando el prelado dicho tal obra a cabo llevó.

Del ciborio del altar del Apóstol

El ciborio que cubre este venerado altar está admirablemente decorado por dentro y por fuera con pinturas y dibujos y con diversas imágenes. Es cuadrado, descansa sobre cuatro columnas y está hecho de altura y anchura proporcionadas. Por dentro en la primera línea se encuentran, en figuras de mujeres, aquellas ocho virtudes especiales que cita san Pablo.

En cada ángulo hay dos y sobre sus cabezas hay erguidos unos ángeles que sostienen con sus manos elevadas el trono que está en lo alto del ciborio. En el medio del trono se encuentra el Cordero de Dios sosteniendo una cruz con un pie. Por fuera, en cambio, hay en la primera línea cuatro ángeles, que tocando sus bocinas anuncian la resurrección del día del juicio. Dos están delante, en una cara, y dos detrás en la otra. En la misma línea hay cuatro profetas, a saber; Moisés y Abraham en la cara izquierda, e Isaac y Jacob en la derecha, teniendo cada uno en sus manos cartelas con sus propias profecías.

En la línea superior aparecen sentados en círculos los doce apóstoles. En la primera cara, es decir, delante, está sentado en medio Santiago, que sostiene un libro en la mano izquierda y con la mano derecha da la bendición. Y a su derecha hay un apóstol y otro a su izquierda en la misma línea. Asimismo hay otros tres apóstoles en la derecha del ciborio y tres en su izquierda e igualmente tres detrás. Arriba en la cubierta están sentados cuatro ángeles, como custodiando el altar. Pero en las cuatro esquinas del mismo ciborio, al comenzar la cubierta están esculpidos los cuatro evangelistas con sus propios símbolos. Por dentro en cambio está pintado el ciborio, mientras que por fuera un remate con un triple arco, que mira a occidente, se levanta la persona del Padre, en el segundo, orientado al sudeste, está el Hijo y en el que mira al norte, la persona del Espíritu Santo. Y sobre este remate hay una reverberante bola de plata sobre la cual se eleva una preciosa cruz.

De las tres lámparas

Ante el altar de Santiago penden, en honor de Cristo y del Apóstol, tres grandes lámparas de plata. La que está en medio es grandísima y está admirablemente labrada en forma de gran pebetero, teniendo siete depósitos, en representación de los siete dones del Espíritu Santo, en los que se colocan siete luces; y los depósitos no reciben sino aceite de bálsamo o de mirto o de mirobálano o de oliva. El mayor de los depósitos está en medio de los demás. y en cada uno de los que hay a su alrededor están esculpidas por fuera las imágenes de dos apóstoles.

El alma de Alfonso, rey de Aragón, quien, según se dice, la regaló a Santiago, descanse en paz eterna. De la dignidad de la iglesia de Santiago y de sus canónigos En el altar de Santiago nadie suele decir misa si no es obispo, arzobispo, papa o cardenal de la misma iglesia. Pues suele haber en esta basílica corrientemente siete cardenales, los cuales celebran en el altar los divinos oficios; y fueron creados y concedidos por muchos papas y confirmados además por el señor papa Calixto.

Esta dignidad, pues, que la catedral de Santiago tiene según buena costumbre, nadie debe quitársela en atención al Apóstol.


De los canteros de la iglesia y del principio y fin de su obra

Los maestros canteros que empezaron a edificar la catedral de Santiago se llamaban don Bernardo el Viejo, maestro admirable, y Roberto, con otros cincuenta canteros pocos más o menos que allí trabajaban asiduamente bajo la administración de los fidelísimos don Wicarto y don Segredo, prior de la Canónica, y el abad don Gundesindo, en el reinado de Alfonso, rey de la España, y en el episcopado de don Diego primero, esforzadísimo guerrero y generoso varón. La iglesia se comenzó en la era MCXVI (año 1078). Desde el año en que se comenzó hasta la muerte de Alfonso, famoso y muy esforzado rey Aragonés, se cuentan cincuenta y nueve años y hasta la de Enrique, rey de Inglaterra, sesenta y dos, y hasta el fallecimiento de Luís el Gordo rey de los francos, sesenta y tres; y desde el año que se colocó la primera piedra en sus cimientos hasta aquel en que se puso la última pasaron cuarenta y cuatro.

Y también esta iglesia, desde el tiempo en que fue comenzada hasta hoy en día florece por el brillo de los milagros de Santiago, pues en ella se concede la salud a los enfermos, se les devuelve la vista a los ciegos, se les suelta la lengua a los mudos, se les abre el oído a los sordos, se les da sana andadura a los cojos, se otorga la liberación a los endemoniados, y lo que es más grande, se atienden las preces de las gentes fieles, se abre al cielo a los que a él llaman, se da consuelo a los tristes y todos los pueblos extranjeros de todos los climas del mundo acuden allí a montones, llevando ofrendas en alabanzas del Señor.

De la dignidad de la iglesia de Santiago

Y no ha de olvidarse que la dignidad del arzobispado de la ciudad de Mérida, metropolitana que estaba en tierra de sarracenos, la trasladó y dio por amor y honra del Apóstol a la iglesia de Santiago y a su misma ciudad el papa Calixto, digno de buena memoria, y por esto ordenó y confirmó como primer arzobispo en la sede apostólica de Compostela al nobilísimo Diego. Pues el mismo Diego era antes obispo de Santiago.

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